sábado, 21 de agosto de 2010

Diario de un superviviente de la peor catástrofe de Roma.1

Primera parte de esta historia.



9/08/2010_____01:18




Porque poco nos ha ido. Mientras escribo estas líneas aún me tiembla el pulso. Hay tantas cosas por contar. Empezaré por uno de los principios.

Llegamos a las 21:11 del día 8 a la estación de Barberà del Vallès. Tras esperar unos treinta minutos, el tren nos recogió con un individuo dentro del vagón. Ese pobre “hombre” estaba, sin lugar a dudas, mal de la cabeza. No paraba de hablarnos y decirnos cosas sin sentido. Al principio se me escapaba la risa, después de unos minutos, ya estábamos todos hartísimos de él.

El viaje hasta Sant Andreu Arenal se nos hizo eterno gracias a ese tipo pero al llegar sentimos otra vez la ilusión de la aventura y fuimos escopeteados a por el metro en la estación de Sagrera. Desde allí, fuimos a parar en cinco minutos a Sants, una carrerita con las maletas a rastras y subimos justo antes del cierre de puertas al tren dirección aeropuerto. Llegamos a eso de las 11 de la noche.

El aeropuerto fue una pasada, y más a esas horas cuando no había nadie. Buscamos tranquilamente la oficina en la que teníamos que recoger los billetes y tras preguntar a una chica del puesto de información lo encontramos. Había un cartel de “abrimos a las cinco” cosa que nos trajo el primer inconveniente. Según los papeles que llevábamos, nuestro avión salía a las 06:25 con lo que teníamos que tener los billetes y facturar a las 04:25. Obviamente no podríamos hacerlo si abrían a las 05:00.

Después de discutir un poco sobre lo que hacer fuimos a ver pasar las horas que nos faltaban a un bar “italiano” llamado café di fiori que se encontraba en la planta baja. Allí sentados nos pusimos a jugar al famoso juego del Uno. Unos momentos después nuestro grupo de cuatro ragazzos aumentó con tres nuevos miembros. Estos chicos nos dijeron amablemente si podían unirse, ya que estaban esperando a un amigo y llevaban un buen rato sin hacer nada, nosotros les dejamos participar en nuestro juego sin ningún tipo de problema, ya que eran vecinos, de Sabadell. Unas cuantas partidas y se despidieron al llegar el avión de su compañero.

Fueron pasando las horas, el Juan y el Cristóbal daban algún que otro paseo, al igual que el Jonathan y yo que además, íbamos jugando a magic. La espera fue larga y más por los nervios de que al abrir a las 05:00, por lo que sea, no nos dejaran embarcar. Jonathan nos aseguró que si que podríamos, que no había de qué preocuparse. Evidentemente yo le aseguré que me pondría muy hostil como no sucediera tal y como decía. Que nervios…

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