martes, 24 de agosto de 2010

Diario de un superviviente de la peor catástrofe de Roma. 5

Quinta parte.




12/08/2010_____18:16




Empieza mal el día. Juan está enfermo, y aunque él nos asegura que sólo es un resfriado, en lo más profundo de mí, sé que ya ha empezado a cambiar todo. Y me temo que no habrá marcha atrás.



Después de almorzar sin ganas lo mismo de siempre, nos pusimos rumbo al Foro Romano. Nuestro objetivo prioritario del día era la visita al Coliseo y de paso, aprovecharíamos para ver mejor el increíble monumento a Vittorio Emmanuel II y por la tarde visitar el Palatino.

Llegamos al descomunal monumento a eso de las 10 de la mañana. Sorprendidos de que se pudiera acceder a la parte interna del edificio gratuitamente, no lo dudamos ni un segundo. Al adentrarnos en ese sitio nos dimos cuenta que albergaba un magnífico museo militar italiano. El museo nos gustó mucho a todos y nos dejó francamente impresionados. También recorrimos los balcones más altos del grandioso monumento admirando las preciosas vistas pero no subimos a ver las vistas de la parte más alta porque para ello teníamos que pagar, y a partir de una democrática votación y una tirada de dados, se decidió que no pagaríamos.

Al salir nos dirigimos calle abajo hasta llegar al Coliseo. El increíble anfiteatro fue construido en el siglo I en el centro de la ciudad de Roma y, aunque originalmente se denominaba Anfiteatro Flavio (en honor a la dinastía de emperadores que lo construyó), pasó a ser llamado Colosseum por una gran estatua ubicada junto a él, el Coloso de Nerón, no conservada actualmente (información sacada de wikipedia).

Hicimos una hora de cola y nos encontramos rodeados de gradas con 3000 años de antigüedad. Tocando paredes que habían sido tocadas por el paso de miles de años, pisando suelo que había sido pisado por millones de pies a lo largo de la historia. Fue increíble verlo tan de cerca, impresionaba miraras por donde miraras. Nos fotografiamos, lo fotografiamos y grabamos varios vídeos. Fue realmente fascinante. Estuvimos cerca de una hora recorriendo las gradas, observando todos los recovecos, las vistas y todas las piedras del lugar.



Llegó la hora de comer y al estar cansados de toda la mañana recorriendo el museo militar y el Coliseo, decidimos buscar un lugar cercano. Encontramos un bar-restaurante donde, por muy extraño que parezca, no nos engañaron. Bueno, en realidad Cristóbal sí que fue estafado. El pobre desafortunado pidió un “panini” y le trajeron un bocadillo de pan de pagès con queso y jamón dulce mientras le sonreían pensando en los 5 euros que costaba ese mísero plato. Por lo demás, nosotros comimos bien. Si no recuerdo mal, en mi caso fue una muy buena ensalada, pan, canelones muy sabrosos y bebida por 13€.

Más tarde fuimos a ver el Palatino, donde se encuentran los orígenes de Roma. De hecho, excavaciones recientes en la zona muestran que fueron habitadas desde aproximadamente el año 1000 a.C. También explica la leyenda romana que el Palatino era el lugar donde estaba la cueva en la que fueron encontrados Rómulo y Remo, y que era el hogar de Luperca, la loba que los amamantó.

Vimos un montón de edificios en ruinas, paredes, casas, cuevas, templos, termas… todo precioso y fascinante pese a tener en el cuerpo mucho cansancio de la mañana que habíamos pasado caminando. Además Juan, aunque nos decía que tan sólo tenía un resfriado, comenzaba a disfrutar de la fiebre, y sin percibirlo ninguno de nosotros, empezaba a experimentar cambios dentro de su cuerpo.

Debíamos llevar bastantes quilómetros encima cuando decidimos ir a coger el metro pasando por el famoso teatro Marcelo, el cual tiene ya sus años, pues data del año 15 a.C. aproximadamente. Volvimos a ver la Boca de la Verita pero tampoco entramos porque la cola que había rápidamente nos disuadió de esa idea. Estábamos agotados. Recorrimos por segunda vez el Circo Massimo, que parecía más largo ese día y por fin, llegamos al amado metro.

Al llegar al hotel, ducha de uno tras otro, cena en el mismo restaurante de cada noche y vuelta a la habitación cuádruple. A partir de mañana ya iremos más descansados, con más calma y podremos salir por la noche.

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