domingo, 22 de agosto de 2010

Diario de un superviviente de la peor catástrofe de Roma. 3

Tercera parte.



11/08/2010_____00:43




Al levantarnos a las 08:25 no imaginábamos ni mucho menos que nos apuntarían con metralletas unos militares horas después en una apacible plaza. Tampoco imaginábamos los otros riesgos de vivir en la Roma actual.

Después de almorzar, a eso de las 08:45 bajamos a la Plaza de la República para coger el metro rumbo a la estación de Ottaviano, que nos dejaría al lado de la ciudad del Vaticano. Al bajar, pequeña caminata hasta llegar a la Piazza de San Pietro donde quedamos los cuatro totalmente impresionados. Las columnas, las dos fuentes, el obelisco traído desde Egipto, la vista de la Basílica de San Pedro y las ciento cuarenta figuras de santos de diversas épocas y lugares te deja sin palabras. Unos minutos para reponernos de la primera impresión, algunas fotos y rumbo a la enorme cola que daba media vuelta por toda la plaza.

La cola avanzó rápidamente, en unos treinta minutos ya estábamos pagando 5€ para poder visitar la increíble cúpula. Tras subir incontables escaleras con mucho calor y humedad, conseguimos llegar arriba sin ningún ataque al corazón ni problema respiratorio aparente. Las vistas desde lo alto de la cúpula fueron inimaginables, una preciosa panorámica de la ciudad que espero que nunca olvidemos. Después de unos preciosos minutos volvimos a bajar los infinitos escalones hasta llegar directos a la Basílica de San Pedro. La modesta basílica es el edificio religioso más importante del catolicismo y en ella está enterrado el primer Papa, San Pedro y muchos otros Papas que han ido pasando por la historia y de los que la mayoría ni se acuerdan. Tal y como comentamos nos pareció impresionante, grandísima, ostentosa y según el Juan, estupenda. Comimos en un restaurante de los alrededores, el Ristorante da Paolo, donde, por segunda vez en dos días, nos volvieron a engañar. Sin ningún tipo de reparo nos invitaron a comer explicándonos que el menú costaba tan sólo 11€. Comimos y al acabar nos cobraron 16’25€ por persona, ya que habían incluido pan, cubiertos y servicio. Menuda estafa. Mejor tomárselo a risa porque si no es, tal y como comentó Cristóbal, para quemar el local.

Al salir de aquel engaño fuimos al “Castel Sant’Angelo”, el cual está conectado con la ciudad del Vaticano tal y como sale en Ángeles y demonios. Decidimos no entrar porque la entrada costaba el otro riñón que nos quedaba, decisión de la que después me arrepentí porque me hubiera gustado visitarlo. Cruzamos el puente que llevaba el mismo nombre que el castillo y llegamos a Piazza Navona tras un paseo por las peligrosas calles romanas. Estas calles, aunque aparentemente inofensivas, están repletas de huecos, adoquines sueltos y piedras muy mal colocadas que hacen que incluso un alpinista necesite de cuerda y arnés para no caer al suelo. Fueron varios los sustos que nos fuimos llevando cada vez que uno de nosotros tropezaba y estaba a punto de partirse los dientes. Además, por si fuera poco, los coches y las motos circulaban como si estuvieran entrenando para la próxima carrera de fórmula 1. Los pasos de peatones no los respeta nadie.

Como iba diciendo, al llegar a Piazza Navona, una de las famosas plazas de Roma, vimos las tres fuentes que tiene, la fontana di Nettuno en el norte, la fontana del Moro al sur y en el medio, la fuente de los Cuatro Ríos, con el obelisco. Unas cuantas fotos, un poco de reposo y volvimos a andar camino del Panteón de Agripa o de Roma, el cual nos pareció bastante sencillo después de todo lo visto esa misma mañana. Entramos y estuvimos un rato descansando en los bancos del interior de éste, observando las paredes, el agujero de la parte de arriba y la gente. En uno de los bancos que teníamos delante, recuerdo que se sentó una señora bastante vieja y estuvo mirando a Juan con ojos deseosos y mirada lasciva.

Continuamos hasta el imponente monumento a Vittorio Emmanuel II, que lo vimos por fuera y seguimos rumbo al hotel entrando por el camino en la bonita iglesia de Loyola (nosotros la bautizamos como la sensacional iglesia de Yola Berrocal). Sin saber cómo, continuamos hasta el pequeño accidente que ocurriría minutos después con unos militares coléricos.

Seguimos andando subiendo por una pendiente bastante pronunciada y llegamos al Palacio de Montecitorio, sede de la cámara de los diputados de Italia, al lado del famoso Palacio del Quirinal. Parecía que se podía entrar porque estaba abierto y nos acercamos tranquila y despreocupadamente a la entrada. Segundos después oíamos la potente voz de un militar prohibiéndonos la entrada bajo la amenaza de metralletas. Nos paramos en seco y volvimos sobre nuestros pasos acobardados.

Continuamos nuestro camino haciendo una breve parada en los jardines del palacio del quirinal a los cuales sí que se podía pasar sin recibir disparos de ninguna ametralladora. Después de un poco de reposo envueltos en una sorprendente tranquilidad volvimos al largo recorrido hacia el hotel. Por el trayecto de retorno pasamos otra vez por San Carlo Cuatre Fontane y visitamos la iglesia de Santa Susanna, una santa que fue decapitada por negarse a ofrecer sacrificios al Dios Júpiter. Además de ser muy bonita la iglesia, también salía en Ángeles y demonios.

Llegamos al hotel a las 17:30, ducha, gandulear un poco y cenar. Cenamos en el mismo restaurante que la noche anterior, un local carillo pero que no nos estafaban cómo en otros lugares. Un pequeño paseíto, algo de charla nocturna y a dormir. Hoy hemos pasado un buen día pese lo cerca que hemos estado de una terrible muerte.

1 comentario:

  1. Muy buena esta parte del viaje, aqui ya nos empezaron a estafar de verdad, y ya empezamos a ver como era Roma y sus "calles", xD. Pero pese a todo, me encanto ;)

    Sigue así, aguardo impaciente la siguiente entrada del blog! ;)

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